Sunday, June 02, 2013

Fugazzeta, barba y provolone.




Hay días donde no sabes qué querés almorzar. Desde algún lugar remoto de tu cerebro, te inclinaste por ingerir carbohidratos. Pensaste, es viernes, no vendría para nada mal acumular calorías, el invierno se anuncia desgarrador de tanto frío, es un buen momento para acopiar y templar al gordo que llevamos dentro. Mejor dicho, a males del alma, carbohidratos sanadores podrán ayudar.

Si bien Buenos Aires está en el proceso al 21 de julio, aún el invierno no se hace sentir. Apenas unas gotas molestas que provocan cubrirse las cabezas, intentan tímidamente despertar bajas temperaturas. El viento que sube por Talcahuano a la altura de Santa Fé, se torna arremolinado, te envuelve y te hace crujir los huesos, son segundos, pero se siente.

En 30 pasos, y pasando la puerta de madera, los señores de blanco, que sin ser pastores o sanadores, saben como curar una falencia afectiva, te ubican en mesas diminutas, con sillas que de comodidad solo tienen el ímpetu.


La espera se hace amena cuando te dedicás más de dos minutos a recordar las tapas y las notas que descansan sobre las paredes. Es como una megatrivia contra uno mismo, interpretando imágenes, deportistas de shorts ajustados, tenistas argentinas, modelos, boxeadores, todos ignotos y famosos, como los personajes que describíó Osvaldo Soriano en “Artistas, Locos y Criminales.”


La elección fue certera, “Fugazzeta rellena, jamón y muzzarela.” Pasaron apenas unos minutos y la comanda se convirtió en realidad. Soberbia, con presencia, el  hombre de blanco la dejo sobre la mesa diminuta, estaba indefensa y herida de un corte, así quedó dispuesta a ser saboreada.

Casi como una sesión amatoria, la seducción de los cubiertos, se deslizaban entre el corte y la pausa. Subirla al tenedor, una caricia de cuchillo para permitir enrollar la "muzarela" sobre el culito de harina y levadura.


Hasta aquí una crónica gastronómica, porteña y de elección. Y como de elegir se trata, y la moda es parte de elecciones, al menos de gustos y pareceres, el humano que pertenece a este relato, a modo de virilidad masculina demorada, intenta desaromatizar la barba rala y canosa que dan los cuarenta. Los edores de las fieles cebollas, combinadas con la majestuosidad que aporta la muzarella, forman un bloque de aromas que invade lentamente la barba del adulto que la profesa.


Si bien los recuerdos, son momentos que se guardan en la memoria visual o en la alegría olfativa, las canas del protagonista no fueron suficientes para generar en ningún comensal un típico saludo argentino. Y ese beso con aroma de fugazzetta quedaría para la posteridad, guardado bajo siete llaves, durmiendo el sueño de los justos. Mientras tanto, ellos, los de la mesa del fondo, sin miedo al sabor que deja el provolone de la pasión, no dejaron de amarse.




Thursday, May 23, 2013

Las cosas suceden (y punto)



¿Acaso se puede impedir que llueva en abril?
¿Alguna vez intentaste frenar el sol?
La luna, tantos poetas, ¿pudieron bajarla?
¿Y el fuego?, siempre se apaga, ¿no?



En cambio, sí podemos impedir mojarnos.
También logramos guarecernos del sol o aprovecharlo y templarnos.
A la Luna podemos ir, pocos, pero podemos. Sino, solamente contemplarla.
Y para no apagar la flama, hay que alimentarla, avivarla, trabajarla, sean fueguitos o fogatas, hay que saber dirigirlas. O te prendés fuego o entibias tu alma.

No escapemos de los sucesos. Hay que enfrentarlos.
Podremos salir heridos, magullados, pero evitemos escapar.
Quizás, lo que hacemos es tomar aire para embestir.
A lo mejor, corremos de costado, para tomar envión con fuerza.

Sí “aquello” llegó a tu vida, en algúna esquina del destino, vas a encontrar las respectivas explicaciones. No trates de evitarlo, sino se multiplicarán por miles hasta impactarte y hacerte ver, que nada sucede en vano.

Ahora, relajate. Respirá. Mirá por los costados.
Plegate por la cintura hasta tocarte las puntas de los pies y convertirte en una sola cosa. Volvé a pararte y preparate para recibir lo que nunca imaginaste.
Tu destino.


Wednesday, May 08, 2013

Mi pasado me traiciona.



Esta será mi segunda entrada al blog desde que lo he tuneado en el modo 2013.

Acá en Magdalena, todavía no ha pasado la medianoche, sin embargo en mi Maquinista Savio adoptivo, sí ya los vampiros han salido a cazar almas perdidas y jugosas.

Pero en esta ocasión, vengo a ofrecerles un relato, corto sobre como el pasado traiciona cada vez a las generaciones que hemos crecido en esto que se ha dado en llamar, la era de la información digital, o como algunos suelen llamar, la Big Data.

Durante las últimas semanas, el ex-CEO de Google, el excelentísimo algoritmo Eric Schmidt, ha comentado que la versión actual de Internet, necesita cada vez más un botón de D-E-L-E-T-E.

Y por qué, se preguntaran ustedes, desde la comodidad de sus dispositivos móviles? Simple, cada vez hay información disponible de todos nosotros en lugares públicos de la red. Desde el simple like a esa fan page de autos o con el comentario a tu ex-compañero de trabajo sobre la última película de 20th Century Fox, estamos dejando huellas digitales de todo lo que hacemos y de todo lo que nos gusta.

El concepto que se acuño a finales de los 80s y que se consagró en la primavera noventosa de sacos armani color fluo, CRM y DATA BASE MARKETING, hoy se consigue con una buena aplicación que permita rastrear datos por distribución semántica, ojo, la app debe ser poderosa. Casi tan poderosa como la aplicación ORACLE que Tony Stark usa en Iron Man 3 para detectar el accidente que ha sufrido su guardaespaldas.

Además, la información que no usamos (me recuerda a un programa argentino de los ochentas -El país que no miramos-) queda en algún lugar de SION (internet) dando vueltas, que cualquier navegante paciente, con esfuerzo y links puede encontrar.

Así también, Google con su algoritmo Panda, "penaliza" a los sitios que no actualizan contenidos y solo están allí, de adorno para los buscadores (granjas de contenidos).

Y ni hablar, de los programas de chats, que dejan TODO, sí T-O-D-O el historial de charlas con todos los contactos en algún lugar de la computadora...

Por eso, mis queridos camaradas, hoy más que nunca debemos cuidar bien la información, saber bien a dónde comentamos, qué decimos y con quién hablamos, ya que el pasado hoy es reciente y cada vez nos condena más.





Viajes, enteros y eternos.

Es tiempo de agradecer.

Llevo 14 años trabajando de lo que me gusta. Desde aquel primer día en
e-volution, aprendiendo a categorizer sitios web para subirlos a RaDar, hasta hoy, esta interface de medios, agencia, asesor, independiente, cliente, todo eso que me permite afrontar las responsabilidades de guiar a toda una familia hermosa del norte del conurbano bonaerense.

 He acumulado más de 75 mil millas, entre Ezeiza y el aeropuerto Jorge Chavez. Siete días por semana, durante un año, doce meses de visitas, de charlas, de ceviches, de lomos, de presentaciones, de planillas de medios, de performance, de estar lejos de los totos, de dormir con horarios eternos, de vivir.

 Nunca he agradecido a los amigos limeños que me lo permitieron, desde “Pilay” hasta Gaby, pasando por el grupo de renegados digitales, NatiOs, Sarita, Carlitos “Caroso” y recién arrivado a la fuerza, Dani “Kenovi” Guevara como nuevo comandante de la nave nodriza.

 Y como en los tiempos modernos que nos toca surfear, los homenajes pasan por dejar escrito en “piedra” lo que uno piensa, este es mi homenaje a todos los que me han bancado todo este año, desde mis laderos argentinos hasta los nuevos amigos limeños, esos que me ayudan a hablar menos gringo y más perucho. Se viene mis últimos viajes a la ciudad inka, así que mi más profundo homenaje, a todos los que me hicieron vivir estos 12 meses de aventura limeña. Gracias, simplemente eso. Gracias.

Sunday, April 21, 2013

¿Hola, hay alguien por allí?

Siempre me gustó hacer metáforas, la vida, las olas, los movimientos. Mañana se inicia una nueva temporada en mi vida profesional. Voy a ingresar a la vida corporativa, nuevamente, pero esta vez como cliente. Así que estoy preparando la tabla, ya que mañana empiezo a surfear nuevas olas. Por eso, arranco una nueva temporada de posteos en Asado De Tira, un lugar que supo darme muchas alegrías. Si están todavía por ahí, atentos, pronto, se viene el relato desde adentro en la vida de un cliente, pero con ojos de un ex-agencia de publicidad. Será otro experimento más. Mientras tanto, hago un paréntesis, para ver a Jorge Lanata y su PPT para ver como termina el #FariñaGate. Latre, surfeando bits pateando átomos.

Saturday, February 11, 2012

Perros o Lobos: ¿de qué lado te gustaría estar?


No es casual, nada es casualidad. Hoy es 10 de febrero, faltan apenas 30 días para que este cuerpo entrenado en artes de la vida, cumpla 39 años, sí, llegó la última estación de los 30. Hay que disfrutarlos. En este momento, no se cuanto lo estoy disfrutando, estoy en un aeropuerto, con solo tres horas de sueño y con un cansancio mortal sobre las espaldas. Sin embargo, esta semana aprendí LA lección de este año que se va, (recuerden que para mi el año inicia el 11 de marzo).

Y de esto va a tratar el pequeño texto ilustrado de la fecha, y no en vano, es también casi aniversario del último post que escribí en mi querido y poco visitado, Asado de tira.

El domingo pasado, salí a dar una vuelta por el universo latinoamericano. Me monté en un avión con rumbo al Perú, para visitar la capital, Lima, invitado por mi amiga Pily. ¿El motivo? Ir con las charlas sobre comunicación digital para seguir motivando almas curiosas para estudiantes de comunicación y publicidad. Lindo yeite, linda manera de ir por la vida honrosamente ganando unos pesos.

Aprovechando el viaje, planeamos la #GiraNix2012 para visitar potenciales clientes y evaluar mercados como Perú, Colombia y Chile para ofrecer nuestros servicios de agencia.

En una de las tantas e innumerables reuniones, en una de esas mesas largas de directorio, donde el frio reinante siempre se parece al polo norte, no importa si estás en el medio del trópico de ecuador o en Beirut. Nuestro potencial cliente, enarboló una hermosa metáfora. Desde que me decidí salir de las corporaciones, la canción es siempre la misma, los clientes preguntan lo mismo: ¿Y qué se siente ahora? Y las respuestas, también son las mismas. “Todo cuesta mucho, te sumás tareas como tirar la basura, ir a comprar las bolsas de basura, juntar la basura, tirarla y entre todo eso, pensar ideas para clientes e ir a cobrar nuestras facturas”.
Y nuestro simpático Señor Lead (es solo para guardar el secreto de nuestro contacto) me explicó la metáfora de Perros y Lobos.

Si hubiéramos quedado en la corporación, la vida sería como la de un perro, como una mascota. Nos dan de comer alimento balanceado caro, tenemos un sillón mullido, agua fresca y limpia, sabemos que comemos cada 8 horas, nos bañan, nos llevan a pasear y nos cortan las uñas delicadamente.

En cambio, ser lobo significa, salir todos los días a vagar sin saber si vas a comer, procurarte tu propia comida, generarte tu propia guarida. Dormir al frio, pocas veces vas limpio y generalmente te vivís peleando con todo lo que rodea. Pero, sos libre. Si elegís ser perro, sabés que del jardín no salís o que con mucha suerte, la correa extensible se prolongará hasta que tu propia presión te asfixie y allí decidís recular y volver atrás.

En treinta días inicio mi úlitmo año con 39 años y más que nunca, soy el hombre lobo americano, que da vueltas todas las noches viendo donde dormir, como acechar a las víctimas y decidiendo todos los días mi propio destino.

Mientras escribo esto, estoy rodeado por muchos como yo, esperando el vuelo que nos lleve a casa, a pesar de ser un lobo, se que quiero volver a la guarida con mi loba y mis cachorros.

Trístemente disfruto “Barro Tal Vez”, sabiendo que ya nunca más la voy a escuchar en vivo. Mientras tanto, mi iTunes cada vez más se llena de gente muerta.


Santiago de Chile, 10 de Febrero de 2012 a horas de seguir siendo lobo.

Saturday, April 23, 2011

Cuentos desarmados y otras salivas mentales (tercera entrega)


¡Me cagaste Ramirez!

Para los que tuvieron el placer de caminar los pasillos del Hipolito Vieytes de Caballito durante la década del ochenta, seguramente van a saber quien era Ramirez. Un viejo milico apasionado con su tarea, hacernos correr el famoso test de Cooper en el Parque Sarmiento, un 20 de diciembre a las 3 de la tarde con un calor infernal. Pasión, calor e infierno. De eso se trata, esta tercera entrega de “Cuentos Desarmados y otras salibas mentales”.

La decoración de éste relato, es Buenos Aires, ciudad que se viste de moderna, altos edificios con piscinas en la cumbre, personas que viven en sus mundos de tecnología WI-FI, rodeados de bienes inhumanos, perdiendo la conexión real entre las personas, pero hyper conectadas desde muros insignificantes.

Eran épocas de fiestas de fin de año. La red social de ese entonces, era una agencia de publicidad. Y como sucede en estos guetos de ideas limitadas, las fiestas de fin de año, siempre son otra cosa. Ese dosmilypico, había sido una lágrima. Jefes regionales parados en las barras de boliches palermitanos blandeando sus Amexs Gold buscando la aprobación de la plebe. Las directoras de cuentas con más de 45, buscando cuellos de jóvenes ejecutivos para chupar sangre y seguir flotando, financieros que ocultan canas con las viabas de barrio, queriendo comprar cuerpos femeninos no correspondidos, los especialistas en redes tratando de conectar algún cable, y ellos dos, tratando de encontrarse.

Era la noche previa al inicio del verano, en plena ciudad, nadie sabía, salvo ellos dos que la situación estaba a punto de estallar en miles de feromonas, una más cargada que otra, una más jugada que la anterior, todas encadenadas a demostrar que los sentimientos no tienen edad, no tienen límites, pero que tienen conexiones, y muy fuertes, vínculos que se unen desde lo profundo del alma, hasta calar en lo más hondo del corazón. Hasta no parar.

El no paraba de tirar vasos vacios de trago largo, se ve que buscaba algo en el fondo de cada mix de maracuya con champagne. Ella, daba vueltas, como un ave lista a ejecutar a su presa. Él no lo sabía, ni lo pensaba, no estaba en sus planes. Pensaba que era otra noche más de histeria, esa histeria que ellas saben manejar hasta la frase final. “Qué te pensaste? Vos y  yo? Ni a palos…tenes super buena onda, pero no, sorry”. Soy de los que escuchó y sufrío algunas de esas frases matadoras al ego masculino.

Pero no, en este caso, ellos dos intentaban dibujar el camino más corto al beso que sellaría temporalmente, una conexión que sucedió de la nada, que vino desde lo profundo de la soledad de cada uno de ellos dos.

El reloj marcaba las horas, los roces “casuales” se multiplicaban, las miradas se cruzaban, una y otra vez, hasta que el destino quiso que esas bocas se juntaran y dejaran la casualidad del encuentro para convertirlo en algo eterno, en algo especial.

Llega mensaje de texto, “No te hagas el pendejo que te queda mal, me llevás a casa?”
La respuesta QWERTY no tadó en despegar, “Obvio, el auto está a la vuelta, esperame en la puerta”.


Ella y su “inseparable” amiga, estaban esperándolo. Pero en el aire se olia, se respiraba esa mezcla de pasto recién cortado, como cuando en verano sentís el aroma que deja el agua que cae en el asfalto caliente. Esa mezcla de vapor, candor y humedad ambiente.

La “inseparable” lo olió, lo leyó, se despidió de los dos con un beso y los dejó ir.
Esa caminata fue de cuerpos pegados, no se tocaban, pero el aura de ambos se conectaba, al menos esa noche se fusionaron.

El auto, era el mismo modelo y marca que usara Guillermo Vilas para pasear a la Princesa de Mónaco en su estadía en Buenos Aires. Luego de subirse, abrocharse los cinturones, el auto rodó casi automáticamente atravesando Palermo, Belgrano y alrededores. Se estacionó, casi estratégicamente, a metros de la la casa.

La FM de turno, Kabul, la que estaba al final del dial, en esos días, anunciaban el fin de esa emisora, pero esa noche, pasaron las mejores canciones, esas que permiten amalgamar cuerpos y almas de 21 gramos, justo esa madrugada previa al verano.

Las conversaciones dentro del auto derivavan siempre en otros temas, eran eternos retornos de efímeras charlas de madrugada. Ella, intentaba irse una y otra vez, pero siempre se quedaba, hasta que en una de las ideas y vueltas, esos labios se rozaron, se dieron ese beso que logra encender usinas enteras de pueblos europeos.
En el detalle del rozamiento, ahí en la comisura, un beso tímido pero enfático, preciso y arrollador, justo con el mínimo espacio que permite generar una turbulencias de piel.

Como siempre en una escena de éste tipo, teníamos dos condimentos frecuente, música y un hombre de seguridad, sentado en primera fila. Y allí, como si nada, el hombre de seguridad, contemplaba como los cuerpos se enredaban en sensaciones, abrazos, manos escurridizas y besos húmedos propietarios de pasión y a esa altura de la madrugada, en una bandada azabache de lujuria desatada.

El señor de bigotes, cada vez llevaba su cigarrillo más lentamente a su boca, como queriendo que la escena que observa, no termine nunca, que se convierta a blanco y negro, que solo muestre cuerpos haciendo la mímica del deseo.

Helter Skelter, sonaba en la radio, pero en la versión de la banda irlandesa que revolucionó la música en los 80´s, como metáfora, dos que estaban revolucionando sus vidas, ellos eran el show central y los irlandeses solo la cortina musical, dicen que somos una generación más visual que semántica, dicen, que se yo.

La noche seguía aportando su lado de calor, el auto, que con más de 10 años en su chasis, seguramente también había presenciado ya muchas de éstas relaciones de medianoche, también aportaba su grados de temperatura. Pero, los cuerpos agitados de caminar la ruta del deseo, eran el gran caldero. El sudor de los cuerpos, dieron amalgama a una eterna sesión amatoria, interminables, quitadores de aliento, abrasadores.

Como si cada sesión fuera una gran liberación de energía, se provocaban huecos de tribulaciones, y en cada uno de esos períodos de creación, ninguno sabía como las cosas  habían sucedido. Realmente la situación se encajó por arte de una mano invisible, como la que regulaba el mercado en tiempos de Adam Smith, una fuerza dinámica y autónoma que los ubicó en el mismo plano, que dejó que se relacionaran, que se conocieran, que intercambiaran las figuritas del álbum que siempre quisieron tener, para ganar el premio final, la felicidad.

Seguramente, nuestro lector, como aquel señor que aletargaba el camino del cigarrillo a a la boca, también pensará que la felicidad es como un atributo efímero, que tiene período de vencimiento como los lácteos, semanalmente vencen miles de potes de felicidad. Pero, un rato de felicidad, bien vale para liquidar una vida de tristezas.

Un poeta español, remarcaba, es peor añorar lo que nunca jamás sucedió…La vida en los discos y los libros, siempre parece más simple, igualmente para los seres humanos de carne y hueso, los que no que tienen poderes secretos ni trajes antibalas, la vida duele, y vivir cuesta eso, vida.

La vida por la ciudad, seguía, como de madrugada, pocos autos, poca gente, las luces del auto, las balizas, marcando un pulso, un ritmo, ellos haciendo movimientos de quiebre, de ruptura, de disfrute. La razón había quedado de lado y se notaba, cada vez más. Los sentimientos y los impulsos ganaron el partido, una vez más. Ella, de vez en cuando se arrepentía, pero de tanto en tanto volvía al pecho añejo, a buscar refugio.
Él, sentía la felicidad que ahoga el alma, una sensación perdida, mucho tiempo atrás y que ella fue la única que le hizo llegar a esa ruta intransitada, ahora en plena urbanización de vida.

Al día siguiente, la agencia multinacional, no dio feriado, hubo que trabajar. Ellos, se miraron y solo se detuvieron a hacerse una sonrisa, de escritorio a escritorio. Era el comienzo de algo nuevo, como decían las credenciales de la agencia “The beginning of something new”

Martín Latrechina, operario digital.
“Me cagaste Ramirez”.




Friday, April 22, 2011

Cuentos desarmados y otras salivas mentales (segunda entrega)


Hoy, les dejo la segunda entrega de "Cuentos desarmados y otras salivas mentales", el texto de hoy, se llama "Testigo en Peligro".

Durante los últimos años de mi vida, me tocó viajar bastante seguido. He conocido ciudades, aeropuertos, hoteles, personas, comidas. No reniego de nada, de hecho, el viejo Lito Nebia dice que viajando se fortalece el corazón, cosa a la cual suscribo, y creo que debe ser una de las pocas que tengo en común con el co-autor de La Balsa.

El viajar, algunas veces se torna aburrido y hasta quizás monótono. A pesar del Ipod  y sus cuatromil quinientas canciones, a pesar de la mejor y última película de Javier Barden, y hasta de los blody maries que me hacía tomar Kiko entre Dallas y México, siempre, la cosa se vuelve tediosa y previsible. Pero un día, como por menú del destino, te toca, y creo que a pocos mortales le pasó ser espectadores de semejante situación aérea. Espero que éstas personas nunca lean éstas líneas, por que se van a dar cuenta que los ví y de seguro me van a buscar para no solo decirme que me olvidé algunos datos sino también para pedirme disculpas por la envidia que me hicieron sentir.

Ya había abordado en primera clase de Mexicana, volviendo de Monterrey de un pitch que, como la crónica de una muerte anunciada, sabíamos que no lo podíamos ganar. Pero como cuatro gladiadores, vivíamos contentos con la pelea que dimos y por el producto que entregamos, 8 campañas, 8 conceptos, 8 agencias participando y una pinza de punta como puntero de presentación. Marcelo, Pablo, Carlos y yo estábamos sentados en duplas. Las aeromozas repartieron mimosas y canapés, los beneficios de viajar en primera clase son realmente interesantes, hacen que tu viaje sea más placentero, igualmente lo que les voy a contar, no lo tiene ninguna compañía aérea, creo hasta el momento dentro de sus amenities.

La cena, por menú, ya había sido servida. Y como los humanos, somos como los burros, cuando comemos debemos evacuar, la mitad de los pasajeros de primera se levantaron para higienizar sus partes e iniciar la dormida nocturna que les permitirá llegar más rápido a Ezeiza..

Me quité los zapatos, me puse las medias que te ofrecen para que no se enfríen las plantas de los pies, terminé de buscar el playlist adecuado para esperar a Morfeo y dormitar en medio del vuelo. Las luces que quedaban, eran solo las que guían las hileras hasta el baño y la gran luz de un plasma que transmitía un compilado de noticias deportivas de la última jornada mexicana de fútbol.

En la puerta del baño, a la derecha de la pantalla, dos que inician una charla. Entre mi pensaba, siempre hay dos pelotudos que se ponen a hablar cuando el resto quiere dormir y rogaba por que no se pusieran a beber alcohol, ya que era gratis y como de seguro eran Argentinos, se tomarían hasta la presión con tal de aprovechar el viaje y no pagar un peso. Pero no, no bebieron.

Pasaba Pink Floyd en el Ipod y mis ojos comenzaban a ver entre cortado, ya sin mis lentes, iniciaba la entrega a las horas de sueño. Entre parpadeo y parpadeo, note un movimiento brusco de los compañeros parados en el medio el pasillo. Pensé fue un “pozo de aire”, pero no, el resto habitábamos sentados y sin problemas. Los amigos, estaban trenzados, como enlazados buscándose cada uno algo dentro de la boca del otro.
Las manos de ambos, creo, recuerden que no tenía puesto lentes, se buscaban sus intimidades, se  escanearon por demás, necesitaban reconocer sus géneros, y creo por lo visto, ya cada uno sabia el sabor del otro.

Me ubiqué de nuevo en mi asiento, lo miré a Carlos, pero estaba soñando con alguna cámara Gesell de algún grupo focal. Intenté buscarlos a Marcelo, pero ya estaba puesto con el “antiluz” en sus ojos y Pablo dormía. Estaba solo frente a  un espectáculo digno de canal de cable soft de viernes por la noche.

Ella no paraba de moverse entre las piernas de su contrincante, él intentaba unificar su cuerpo, jean mediante contra su pollera negra larga. Nunca mejor elección pensaba yo, entre mi sueño-realidad. Me refregué los ojos, como para cotejar que no estaba soñando semejante hoguera de pasión. Estaba despierto. Me incliné para agarrar las gafas y no volver a perder detalle. La madrugada entraba sin pedir permiso y ellos, amantes furtivos de alto vuelo, se conectaban sin importar lo que sucedía alrededor, mientras el gordito de gafas no corrió a cambiarse, solo se acomodó y comenzó a disfrutar también un poco, pero como espectador de un acto sensual de dos personas que se encuentran, y como siempre digo, los encuentros generan fricciones mágicas, encendidos de pasión dignos de iluminar una ciudad completa.

Alguien se queja con la azafata, obviamente no fui yo, la aeromosa, con mucha calidad, invita a los “amantes” a dejar tanto calor, la cabina ya no podía poner más frio y los pasajeros comenzaban también a sentir las altas temperaturas que ellos emitian.
Era lo que faltaba, en lugar de intoxicarnos colectivamente, nos terminábamos calentando todos y el avión se convertía en una gran fiesta voladora donde hasta el capitán jugaría su rol de señora bien.  Lo peor de todo, no podía compartirlo con nadie, todos mis conocidos estaban soñando con otra cosa, como yo.

Si bien, la azafata, había decretado un primer round entre ellos, no pasaron 3 minutos para que volvieran sobre su camino, pero esta vez con mayor fricción. La mano de él encontró la ruta correcta que lo llevara por debajo de la pollera negra. Ella había enviado señales a su control aéreo, ya estaban despegando en su propio vuelo, que estaba siendo transmitido a un grupo selecto, de los cuales sólo uno estaba despierto, al menos así creía.

Busqué otra canción, me tomé el agua de un sorbo, me di vuelta, entre envidia y asombro, me dormí hasta Ezeiza, esperando que algún día, tambien mi viaje fuera así de placentero. Mientras tanto, por la ventanilla, se via un relámago que aclaraba la noche, por adentro del avión, la noche estaba en llamas.

Martín Latrechina
Testigo en peligro.