Saturday, April 23, 2011

Cuentos desarmados y otras salivas mentales (tercera entrega)


¡Me cagaste Ramirez!

Para los que tuvieron el placer de caminar los pasillos del Hipolito Vieytes de Caballito durante la década del ochenta, seguramente van a saber quien era Ramirez. Un viejo milico apasionado con su tarea, hacernos correr el famoso test de Cooper en el Parque Sarmiento, un 20 de diciembre a las 3 de la tarde con un calor infernal. Pasión, calor e infierno. De eso se trata, esta tercera entrega de “Cuentos Desarmados y otras salibas mentales”.

La decoración de éste relato, es Buenos Aires, ciudad que se viste de moderna, altos edificios con piscinas en la cumbre, personas que viven en sus mundos de tecnología WI-FI, rodeados de bienes inhumanos, perdiendo la conexión real entre las personas, pero hyper conectadas desde muros insignificantes.

Eran épocas de fiestas de fin de año. La red social de ese entonces, era una agencia de publicidad. Y como sucede en estos guetos de ideas limitadas, las fiestas de fin de año, siempre son otra cosa. Ese dosmilypico, había sido una lágrima. Jefes regionales parados en las barras de boliches palermitanos blandeando sus Amexs Gold buscando la aprobación de la plebe. Las directoras de cuentas con más de 45, buscando cuellos de jóvenes ejecutivos para chupar sangre y seguir flotando, financieros que ocultan canas con las viabas de barrio, queriendo comprar cuerpos femeninos no correspondidos, los especialistas en redes tratando de conectar algún cable, y ellos dos, tratando de encontrarse.

Era la noche previa al inicio del verano, en plena ciudad, nadie sabía, salvo ellos dos que la situación estaba a punto de estallar en miles de feromonas, una más cargada que otra, una más jugada que la anterior, todas encadenadas a demostrar que los sentimientos no tienen edad, no tienen límites, pero que tienen conexiones, y muy fuertes, vínculos que se unen desde lo profundo del alma, hasta calar en lo más hondo del corazón. Hasta no parar.

El no paraba de tirar vasos vacios de trago largo, se ve que buscaba algo en el fondo de cada mix de maracuya con champagne. Ella, daba vueltas, como un ave lista a ejecutar a su presa. Él no lo sabía, ni lo pensaba, no estaba en sus planes. Pensaba que era otra noche más de histeria, esa histeria que ellas saben manejar hasta la frase final. “Qué te pensaste? Vos y  yo? Ni a palos…tenes super buena onda, pero no, sorry”. Soy de los que escuchó y sufrío algunas de esas frases matadoras al ego masculino.

Pero no, en este caso, ellos dos intentaban dibujar el camino más corto al beso que sellaría temporalmente, una conexión que sucedió de la nada, que vino desde lo profundo de la soledad de cada uno de ellos dos.

El reloj marcaba las horas, los roces “casuales” se multiplicaban, las miradas se cruzaban, una y otra vez, hasta que el destino quiso que esas bocas se juntaran y dejaran la casualidad del encuentro para convertirlo en algo eterno, en algo especial.

Llega mensaje de texto, “No te hagas el pendejo que te queda mal, me llevás a casa?”
La respuesta QWERTY no tadó en despegar, “Obvio, el auto está a la vuelta, esperame en la puerta”.


Ella y su “inseparable” amiga, estaban esperándolo. Pero en el aire se olia, se respiraba esa mezcla de pasto recién cortado, como cuando en verano sentís el aroma que deja el agua que cae en el asfalto caliente. Esa mezcla de vapor, candor y humedad ambiente.

La “inseparable” lo olió, lo leyó, se despidió de los dos con un beso y los dejó ir.
Esa caminata fue de cuerpos pegados, no se tocaban, pero el aura de ambos se conectaba, al menos esa noche se fusionaron.

El auto, era el mismo modelo y marca que usara Guillermo Vilas para pasear a la Princesa de Mónaco en su estadía en Buenos Aires. Luego de subirse, abrocharse los cinturones, el auto rodó casi automáticamente atravesando Palermo, Belgrano y alrededores. Se estacionó, casi estratégicamente, a metros de la la casa.

La FM de turno, Kabul, la que estaba al final del dial, en esos días, anunciaban el fin de esa emisora, pero esa noche, pasaron las mejores canciones, esas que permiten amalgamar cuerpos y almas de 21 gramos, justo esa madrugada previa al verano.

Las conversaciones dentro del auto derivavan siempre en otros temas, eran eternos retornos de efímeras charlas de madrugada. Ella, intentaba irse una y otra vez, pero siempre se quedaba, hasta que en una de las ideas y vueltas, esos labios se rozaron, se dieron ese beso que logra encender usinas enteras de pueblos europeos.
En el detalle del rozamiento, ahí en la comisura, un beso tímido pero enfático, preciso y arrollador, justo con el mínimo espacio que permite generar una turbulencias de piel.

Como siempre en una escena de éste tipo, teníamos dos condimentos frecuente, música y un hombre de seguridad, sentado en primera fila. Y allí, como si nada, el hombre de seguridad, contemplaba como los cuerpos se enredaban en sensaciones, abrazos, manos escurridizas y besos húmedos propietarios de pasión y a esa altura de la madrugada, en una bandada azabache de lujuria desatada.

El señor de bigotes, cada vez llevaba su cigarrillo más lentamente a su boca, como queriendo que la escena que observa, no termine nunca, que se convierta a blanco y negro, que solo muestre cuerpos haciendo la mímica del deseo.

Helter Skelter, sonaba en la radio, pero en la versión de la banda irlandesa que revolucionó la música en los 80´s, como metáfora, dos que estaban revolucionando sus vidas, ellos eran el show central y los irlandeses solo la cortina musical, dicen que somos una generación más visual que semántica, dicen, que se yo.

La noche seguía aportando su lado de calor, el auto, que con más de 10 años en su chasis, seguramente también había presenciado ya muchas de éstas relaciones de medianoche, también aportaba su grados de temperatura. Pero, los cuerpos agitados de caminar la ruta del deseo, eran el gran caldero. El sudor de los cuerpos, dieron amalgama a una eterna sesión amatoria, interminables, quitadores de aliento, abrasadores.

Como si cada sesión fuera una gran liberación de energía, se provocaban huecos de tribulaciones, y en cada uno de esos períodos de creación, ninguno sabía como las cosas  habían sucedido. Realmente la situación se encajó por arte de una mano invisible, como la que regulaba el mercado en tiempos de Adam Smith, una fuerza dinámica y autónoma que los ubicó en el mismo plano, que dejó que se relacionaran, que se conocieran, que intercambiaran las figuritas del álbum que siempre quisieron tener, para ganar el premio final, la felicidad.

Seguramente, nuestro lector, como aquel señor que aletargaba el camino del cigarrillo a a la boca, también pensará que la felicidad es como un atributo efímero, que tiene período de vencimiento como los lácteos, semanalmente vencen miles de potes de felicidad. Pero, un rato de felicidad, bien vale para liquidar una vida de tristezas.

Un poeta español, remarcaba, es peor añorar lo que nunca jamás sucedió…La vida en los discos y los libros, siempre parece más simple, igualmente para los seres humanos de carne y hueso, los que no que tienen poderes secretos ni trajes antibalas, la vida duele, y vivir cuesta eso, vida.

La vida por la ciudad, seguía, como de madrugada, pocos autos, poca gente, las luces del auto, las balizas, marcando un pulso, un ritmo, ellos haciendo movimientos de quiebre, de ruptura, de disfrute. La razón había quedado de lado y se notaba, cada vez más. Los sentimientos y los impulsos ganaron el partido, una vez más. Ella, de vez en cuando se arrepentía, pero de tanto en tanto volvía al pecho añejo, a buscar refugio.
Él, sentía la felicidad que ahoga el alma, una sensación perdida, mucho tiempo atrás y que ella fue la única que le hizo llegar a esa ruta intransitada, ahora en plena urbanización de vida.

Al día siguiente, la agencia multinacional, no dio feriado, hubo que trabajar. Ellos, se miraron y solo se detuvieron a hacerse una sonrisa, de escritorio a escritorio. Era el comienzo de algo nuevo, como decían las credenciales de la agencia “The beginning of something new”

Martín Latrechina, operario digital.
“Me cagaste Ramirez”.




Friday, April 22, 2011

Cuentos desarmados y otras salivas mentales (segunda entrega)


Hoy, les dejo la segunda entrega de "Cuentos desarmados y otras salivas mentales", el texto de hoy, se llama "Testigo en Peligro".

Durante los últimos años de mi vida, me tocó viajar bastante seguido. He conocido ciudades, aeropuertos, hoteles, personas, comidas. No reniego de nada, de hecho, el viejo Lito Nebia dice que viajando se fortalece el corazón, cosa a la cual suscribo, y creo que debe ser una de las pocas que tengo en común con el co-autor de La Balsa.

El viajar, algunas veces se torna aburrido y hasta quizás monótono. A pesar del Ipod  y sus cuatromil quinientas canciones, a pesar de la mejor y última película de Javier Barden, y hasta de los blody maries que me hacía tomar Kiko entre Dallas y México, siempre, la cosa se vuelve tediosa y previsible. Pero un día, como por menú del destino, te toca, y creo que a pocos mortales le pasó ser espectadores de semejante situación aérea. Espero que éstas personas nunca lean éstas líneas, por que se van a dar cuenta que los ví y de seguro me van a buscar para no solo decirme que me olvidé algunos datos sino también para pedirme disculpas por la envidia que me hicieron sentir.

Ya había abordado en primera clase de Mexicana, volviendo de Monterrey de un pitch que, como la crónica de una muerte anunciada, sabíamos que no lo podíamos ganar. Pero como cuatro gladiadores, vivíamos contentos con la pelea que dimos y por el producto que entregamos, 8 campañas, 8 conceptos, 8 agencias participando y una pinza de punta como puntero de presentación. Marcelo, Pablo, Carlos y yo estábamos sentados en duplas. Las aeromozas repartieron mimosas y canapés, los beneficios de viajar en primera clase son realmente interesantes, hacen que tu viaje sea más placentero, igualmente lo que les voy a contar, no lo tiene ninguna compañía aérea, creo hasta el momento dentro de sus amenities.

La cena, por menú, ya había sido servida. Y como los humanos, somos como los burros, cuando comemos debemos evacuar, la mitad de los pasajeros de primera se levantaron para higienizar sus partes e iniciar la dormida nocturna que les permitirá llegar más rápido a Ezeiza..

Me quité los zapatos, me puse las medias que te ofrecen para que no se enfríen las plantas de los pies, terminé de buscar el playlist adecuado para esperar a Morfeo y dormitar en medio del vuelo. Las luces que quedaban, eran solo las que guían las hileras hasta el baño y la gran luz de un plasma que transmitía un compilado de noticias deportivas de la última jornada mexicana de fútbol.

En la puerta del baño, a la derecha de la pantalla, dos que inician una charla. Entre mi pensaba, siempre hay dos pelotudos que se ponen a hablar cuando el resto quiere dormir y rogaba por que no se pusieran a beber alcohol, ya que era gratis y como de seguro eran Argentinos, se tomarían hasta la presión con tal de aprovechar el viaje y no pagar un peso. Pero no, no bebieron.

Pasaba Pink Floyd en el Ipod y mis ojos comenzaban a ver entre cortado, ya sin mis lentes, iniciaba la entrega a las horas de sueño. Entre parpadeo y parpadeo, note un movimiento brusco de los compañeros parados en el medio el pasillo. Pensé fue un “pozo de aire”, pero no, el resto habitábamos sentados y sin problemas. Los amigos, estaban trenzados, como enlazados buscándose cada uno algo dentro de la boca del otro.
Las manos de ambos, creo, recuerden que no tenía puesto lentes, se buscaban sus intimidades, se  escanearon por demás, necesitaban reconocer sus géneros, y creo por lo visto, ya cada uno sabia el sabor del otro.

Me ubiqué de nuevo en mi asiento, lo miré a Carlos, pero estaba soñando con alguna cámara Gesell de algún grupo focal. Intenté buscarlos a Marcelo, pero ya estaba puesto con el “antiluz” en sus ojos y Pablo dormía. Estaba solo frente a  un espectáculo digno de canal de cable soft de viernes por la noche.

Ella no paraba de moverse entre las piernas de su contrincante, él intentaba unificar su cuerpo, jean mediante contra su pollera negra larga. Nunca mejor elección pensaba yo, entre mi sueño-realidad. Me refregué los ojos, como para cotejar que no estaba soñando semejante hoguera de pasión. Estaba despierto. Me incliné para agarrar las gafas y no volver a perder detalle. La madrugada entraba sin pedir permiso y ellos, amantes furtivos de alto vuelo, se conectaban sin importar lo que sucedía alrededor, mientras el gordito de gafas no corrió a cambiarse, solo se acomodó y comenzó a disfrutar también un poco, pero como espectador de un acto sensual de dos personas que se encuentran, y como siempre digo, los encuentros generan fricciones mágicas, encendidos de pasión dignos de iluminar una ciudad completa.

Alguien se queja con la azafata, obviamente no fui yo, la aeromosa, con mucha calidad, invita a los “amantes” a dejar tanto calor, la cabina ya no podía poner más frio y los pasajeros comenzaban también a sentir las altas temperaturas que ellos emitian.
Era lo que faltaba, en lugar de intoxicarnos colectivamente, nos terminábamos calentando todos y el avión se convertía en una gran fiesta voladora donde hasta el capitán jugaría su rol de señora bien.  Lo peor de todo, no podía compartirlo con nadie, todos mis conocidos estaban soñando con otra cosa, como yo.

Si bien, la azafata, había decretado un primer round entre ellos, no pasaron 3 minutos para que volvieran sobre su camino, pero esta vez con mayor fricción. La mano de él encontró la ruta correcta que lo llevara por debajo de la pollera negra. Ella había enviado señales a su control aéreo, ya estaban despegando en su propio vuelo, que estaba siendo transmitido a un grupo selecto, de los cuales sólo uno estaba despierto, al menos así creía.

Busqué otra canción, me tomé el agua de un sorbo, me di vuelta, entre envidia y asombro, me dormí hasta Ezeiza, esperando que algún día, tambien mi viaje fuera así de placentero. Mientras tanto, por la ventanilla, se via un relámago que aclaraba la noche, por adentro del avión, la noche estaba en llamas.

Martín Latrechina
Testigo en peligro.

Tuesday, April 19, 2011

Cuentos desarmados y otras salivas mentales (primera entrega)

Era otra tarde de otoño, había sido otro día más de los que calan profundo en los huesos.
Esos días donde el frio batalla con los últimos grados de calor, para ver quien de los dos la tiene más larga.

La independencia del clima, como referencia de una sociedad que día a día se desarma, como rosca de pascua barata de shopping palermitano.

Salió de su oficina, como todas la tardes, cargando la maleta marrón, llena de proyectos y discursos sobre prometedores de aire; aire que siempre termina mostrando fantasías para alguien que siempre quiere escuchar: fantasías de desamor, historias de frustración, no importa, historias al fin, que siempre alguien quiere leer o escuchar, siempre.

Eludió unos cuantos soretes de perro bien, típicos de la zona, de perritos de peluquería que apenas conocen el hambre y el frio, perritos de mesa de luz, pero que cagan como seres humanos y dejan sus residuos de balanceado importado impreso en las callecitas de este Buenos Aires, que siempre tiene un "que-se-yo".

Luego de las tres cuadras que siempre separan el auto de la oficina, de eludir soretes, de ver a las rubias platinadas eternamente colagenadas, se paraliza, se frena, vuelve a refregarse los ojos, pensando que esto no lo podía estar pasando a él. Pero si, le estaba pasando a él.

Un oficial uniformado, estaba parado al lado de su auto; justo ese día, despertó mirando las imágenes del tipo que fue apuñalado en el hospital más mistongo de Mataderos. Justo ese día, vio como diezmaban a un desnutrido dinosaurio Barney en la Plaza de Italia, mientras una turba de "niños" lo arengaban por la derecha y desde la izquierda "los niños" lo terminaban de robar.

Se acerca, acelera el paso, se le está por salir el corazón por la boca, no sabe como arrancar preguntando, llega hasta el auto, y no tiene nada. Le pregunta, era una oficial, de mediana estatura, de tez morena, con su pelo prolijamente atado, con esas camperas que parecen que abrigan, pero solo son un montículo de tela que apenas rompe el viento.

"le pasó algo a mi auto?" disparó sin medir respiración. "No, nada señor, no piense mal." acotó la oficial, con una sonrisa entre rictus y compromiso, como gran parte de los seres humanos que presos de los modales, nos olvidamos de ser nosotros mismos.

La charla se dio amena, repasaron los hechos vinculados con la policia, la carencia de "adicionales", la historia de su compañero que sacó un crédito y ahora no lo podía pagar. Las promesas de la presidenta, las falsas promesas de Garré (no Silvina), veinte minutos de charla amena. Él dejándole saber la preocupación por los uniformados y los tiempos de barbarie, ella reflejando su preocupación "por ustedes" los ciudadanos, en manos de nadie, en los brazos del destino, ese perro caprichoso que es generalmente presionado por esa perra llamada vida, que todos los días nos cambia los libretos.

Él, abrió la puerta de su auto, saludo a la oficial muy amablemente, casi agradeciendo en actitud corporal por la presencia de la mujer policía. Se sentó dentro. se acomodó. Prendió la radio, sintonizó su frecuencia favorita, sonaba "Ceremony" con el cover de Radiohead. Se puso el cinturón de seguridad, prendió las luces de posición, bajó la ventanilla, quizás para saludar por última vez a la oficial, pero no.

Sacó de la guantera, un 38 corto y la vació 3 tiros, entre la cabeza y el pecho, mientras ella se arreglaba el chaleco, pensándose segura delante del señor del auto gris. El vio como ella se caía desinflada, como un globo pinchado sobre la calle Oro, ahora teñida de rojo. Puso primera, levantó la ventanilla de su auto alemán gris y se fue mientras en la radio, sonaba  "Helter Skelter" en la versión de U2.

Mientras tanto, en la gran ciudad, una nueva vida se extingue.

Martín Latrechina, contemporáneo.
En un intento de exorcizar demonios emocionales de una tarde gris.

Wednesday, February 23, 2011

Disney, The Cure y Ipad: transgeneración y contenidos.

Los chicos no lloramos, nos deprimimos.
Estaba sentado en la mitad del aula cuando, por el azar de la vida, Hernán Tissera, amigo de la casa, se sentó al lado mío en el banco de la escuela superior de comercio número tres, el sagrado "Hipólito Vieytes" de Caballito. Eran días de camisas blancas abotonadas hasta el cuello, cárdigans negros que no se quitaban ni por órden de un juez, y el pelo, ya por entonces se me caía, pero intentaba un flequillo con onda.

Ese año, 1986, me llegaba el primer disco de The Cure a mis fosas auditivas, "Staring at the sea" fue un amor a primera vista que hoy luego de más de 24 años, sigue intacto, con épocas, como todos los amores, pero fuerte y perdurable.

Hoy, 2011, mis hijos, me llaman para contarme que les gusta una canción que es una de mis favoritas. Mientras tanto del otro lado de la línea, no paro de sorprenderme. Marco, la canta como si fuera una letra más de María Elena Walsh, sin embargo entona "I WOULD SAY I’M SORRY
IF I THOUGHT THAT IT WOULD CHANGE YOUR MIND". Es mi canción favorita, es una de las tantas canciones que forman la banda de sonido de mi vida, no es más ni menos que "Boy´s don´t cry". Mis hijos la cantan y yo caigo fulminado por una especie de energía que te pega en el pecho y te desarma, amor que le dicen.

Resulta que Disney lanzó un nuevo programa donde la banda de sonido es la misma canción de Robertito, pero con una aggiornada y delicada versión que aquí les dejo.


Por otro lado, investigando sobre el futuro de la navegación y de los entretenimientos en la era de las tablets, me topé con uno de los tantos videos que la gente visualiza sobre IPad, este es uno oficial, y saben qué? tiene una base de The Cure de fondo, instrumental tan bien misturada con el contenido, que de ser un simple testimonial de producto, para mí, ya pasa a un video de colección.




Evidentemente, The Cure no era tan malo, Apple, Disney, a mis hijos y a mi nos encanta.
Larga vida a Robertito y su  ballet.

Wednesday, February 09, 2011

Ashtanga, sudor y lágrimas.

Desde hace un tiempo, estoy practicando una milenaria técnica que se suele conocer como Ashtanga Vinyasa Yoga, ó la manera en que el cuerpo comienza a tomar formas que nunca imaginaste. Y no es con drogas!

No hay equipos modernos, no hay grandes aparatos ni músculos magníficos, se trata de mirar profundo, respirar como Darth Vader y sudar para eliminar esas toxinas que nunca pensaste tener.

Por razones que no pienso explicar, tuve que cambiar de instructora, de Palermo con Nives y su Ashtanga Yoga House (lo súper recomiendo) hasta el centro cultural Yogesvara en Caballito.

Los asanas o posturas, hacen que descubras músculos y posiciones que realmente son reveladoras, ni hablar cuando lográs ponerte de cabeza y sentir el mundo desde otra perspectiva. Eso sí es innovador.
Si estás buscando algo que pueda nivelar el cuerpo con el alma, te lo recomiendo ciento por ciento, si estás en Caballito, Yogesvara

Y si no sabes como empezar y estás curioso por saber como es, mirate este sitio web.Yoga Online
Insisto, no tenés que cambiar de religión, no es necesario saber sobre budismo ni tampoco dejar de comer asados, pero poco a poco, te vas a ir interesando por cada una de las prácticas.

Espero poder continuar compartiendo todas estas cosas que voy aprendiendo.

Namasté!