Wednesday, October 27, 2010

Metáforas modernas sobre el asado

Hace 18 años que hago asados. El primero tuve que terminarlo en una cacerola, fue en Uruguay, tenía apenas 19 años, era mi primer asado de tira. Putié en todos los idiomas que por entonces sabía. Qué fue lo que falló en ese momento? La ansiedad me mató. Nunca encendió el fuego.

Los siguientes asados, tuvieron muchos otros aprendizajes, usar el método secador de pelo, el método volcán de papel, el fluido manchester, probé muchas y diferentes opciones. Hasta que una recomendación marplatense me dio resultados y obviamente como todo lo que hago, la modifiqué y ahora es mi método. Debemos hacer 3 capas de material inflamable: anillos de papel en el centro, en segundo lugar una pared de carbón y por tercer layer, ramitas secas que puedan crujir mientras el fuego se incrementa. Siempre acompañado por olas de aire apalancadas por el suple de espectáculos del gran diario argentino.

Hasta ahí, los últimos asados se encienden igual, pero sigo con una gran duda existencial cada vez que llega el momento de decidir cuándo es el momento ideal para abrir el fuego y dejar los carbones esparcidos por toda la base de la parrilla. Ese momento es vital, determina una bisagra, es lo que marca el tiempo, la cocción, si sale cocido, jugoso, quemado, la inclinación de la parrilla, todo lo que determinará el aplauso querido o simplemente una palmadita tibia de velatorio al que no querés ir.

Hoy estoy frente a esa metáfora de vida. Tuve más de 20 meses para masticar y repensar. Llegó el momento de esparcir las brasas sobre la base de la parrilla. No hay vuelta atrás. Implicará mis próximos 30 años por delante. Espero las tormentas eléctricas que vaticinó Richard no afecten el disco rígido de este servidor que solo Dios sabe donde está, así podré leerla cuando cumpla mis 67 años y me de cuenta que lo decidido fue lo correcto.

Ahora, que corrí las brasas, me preparo a condimentar la carne, cortar la morcilla fría y descorchar un vinito. Lo mejor está por venir.